Oración del Padre Ballet para el Reinado Social del Corazon de Jesucristo Rey.
¡Ho Dios de amor! Rey de la Eterna Gloria, que habéis establecido el Corazón Divino de vuestro Hijo Jesucristo por Rey y centro de todos los corazones. Haced -os suplicamos- que este Sagrado Corazón reine efectiva y eficazmente en toda la sociedad humana, para que por él, se extienda por todo el mundo informándolo y santificándolo vuestro reino celestial, que es reino de verdad y de vida, de santidad y de Gracia, de Justicia, de amor y de paz.
Hace pues –oh Padre Celestial- que los ideales, las aspiraciones, las preocupaciones, los deseos, los afectos, las delicadezas, las ternuras, los amores, las misericordias del generosísimo, y pacientísimo Corazón de vuestro Hijo Jesús inspiren e informen las intenciones, los sentimientos, las actividades; la vida toda del Padre Santo con respecto a toda la cristiandad, y de toda la cristiandad con respecto del Padre Santo.
Que todos los ofendidos y maltratados aprendan del Corazón de vuestro Hijo a devolver bien por mal, a perdonar a sus deudores y a rogar por sus enemigos.
Que toda la sociedad humana redimida por la Sangre del Verbo encarnado, sea al fin, inflamada con las mismas ansias que ardían en la hoguera de caridad del Corazón de vuestro Hijo Jesucristo, Rey y Señor del Universo. Amén.
Jesús Misericordioso, mis pecados son más que las gotas de Sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de tu Iglesia, y que lucha por ti. Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una ofrenda agradable a tos ojos ¡lávame de mis iniquidades!, y límpiame de mis pecados por tu Santa Cruz, por mi Madre Santísima de Guadalupe ¡perdóname!, no he sabido hacer penitencia por mis pecados. No quiero pelear, ni vivir, ni morir sino por ti y por tu Iglesia.
Madre Santa de Guadalupe, acompaña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi último grito en la Tierra y mi primer cántico en el Cielo sea ¡VIVA CRISTO REY!
Dios de los Cielos,
Dios de la tierra,
Dios de los Ángeles,
Dios de los Arcángeles,
Dios de los Patriarcas,
Dios de los Profetas,
Dios de los Apóstoles,
Dios de los Mártires,
Dios de los Confesores,
Dios de las Vírgenes,
Dios que tienes el poder de dar vida después de la muerte, y descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios que no seas Tú y no puede haberlo, porque eres el Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, cuyo Reino no tendrá fin. Con humildad nos postramos ante tu Gloriosa Majestad, y te suplicamos nos libres de toda tiranía de los espíritus infernales, de sus insidias, y de su furiosa maldad.
Dígnate Señor protegernos bajo tu Poder, y conservarnos sanos y salvos. Te lo imploramos por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO LITÚRGICO:
Cristo es el Rey del universo, y debe ser tambien el Rey y Señor de cada uno de nosotros.
Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.
Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46 (Juicio Universal) - CLIC AQUI.
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